Camino a la Beatificación

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08 junio 2009

Misa por el Día del Periodista

El lunes 8 de junio por la mañana, periodistas de distintos medios de comunicación de Catamarca se dieron cita en la Capilla del Obispado de Catamarca, para participar de la Santa Misa, con motivo de la celebración del Día del Periodista. La misma fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el responsable de la Pastoral Social, Pbro. Héctor Salas.
En su transcurso, los colegas participaron activamente en la ceremonia, a través de la guía, la lectura de la Palabra de Dios; y elevando plegaria por todos periodistas, especialmente por quienes están enfermos y por aquellos que ya partieron a la Casa del Padre.
También acercaron las ofrendas del pan y del vino, que luego se convirtieron en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Antes de la bendición final, el Señor Obispo hizo entrega a los presentes del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, en un CD, y una tarjeta con la oración del periodista.
Posteriormente, los participantes del acto litúrgico, organizado por la Pastoral de las Comunicaciones Sociales y la Oficina de Prensa del Obispado de Catamarca, compartieron un brindis en la sala principal de la casa episcopal, en un clima de fraternidad.

Predicación
Durante su homilía, el Pastor Diocesano expresó:
“Bienvenidos queridos periodistas. Hoy nos hemos reunido en torno al Señor para escuchar su Palabra y para agradecerle el don de ser comunicadores. Es por ello que compartiré con ustedes algunos puntos de las siempre actuales enseñanzas del Concilio Vaticano II, consignadas en el Decreto sobre las comunicaciones sociales ‘Inter mirifica’, promulgado el 04-12-1963.
La madre Iglesia acoge y fomenta con especial solicitud aquellos inventos que atañen al espíritu humano y que han abierto nuevos caminos para comunicar con extraordinaria facilidad noticias, ideas y doctrinas de todo tipo. Especialmente aquellos que, por su naturaleza, pueden llegar no sólo a los individuos, sino también a las multitudes y a toda la sociedad humana, como son la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros similares que, por ello mismo, pueden ser llamados con razón medios de comunicación social.
La Iglesia también es consciente que estos medios, si se utilizan rectamente, proporcionan valiosas ayudas al género humano, puesto que contribuyen eficazmente a descansar y cultivar el espíritu y a propagar y fortalecer el Reino de Dios; sabe también que los hombres pueden volver estos medios contra el plan del divino Creador y utilizarlos para su propio perjuicio; más aún, siente una maternal angustia a causa de los daños que de su mal uso se han derivado con demasiada frecuencia para la sociedad humana.
Por lo demás, toca principalmente a los laicos vivificar con espíritu humano y cristiano estos medios para que respondan plenamente a las grandes expectativas de la sociedad humana y al plan divino.

Comunicación verdadera e íntegra
Para el recto uso de estos medios es absolutamente necesario que todos los que los utilizan conozcan las normas del orden moral en este campo y las lleven fielmente a la práctica.
La comunicación siempre ha de ser verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la caridad; además, en cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la búsqueda de la noticia como en su divulgación, ya que no todo conocimiento aprovecha, pero la caridad es constructiva (1 Cor 8, 1).
La narración, la descripción o la representación del mal moral pueden ciertamente, con la ayuda de los medios de comunicación social, servir para conocer y explorar más profundamente al hombre, para manifestar y exaltar la magnificencia de la verdad y del bien, mediante la utilización de los oportunos efectos dramáticos; sin embargo, para que no produzcan más daño que utilidad a la almas, habrán de someterse completamente a las leyes morales, sobre todo si se trata de asuntos que exigen el debido respeto o que incitan más fácilmente al hombre, herido por la culpa original, a apetencias depravadas.
Los destinatarios, sobre todo los más jóvenes, procuren acostumbrarse a la disciplina y a la moderación en el uso de estos medios; pongan, además, empeño en comprender a fondo lo oído, visto o leído; hablen sobre ello con los educadores y expertos y aprendan a emitir un juicio recto. Recuerden los padres que es su deber vigilar diligentemente para que los espectáculos, las lecturas y cosas similares que sean contrarias a la fe o las costumbres no traspasen el umbral de su hogar ni vayan sus hijos a buscarlos en otra parte.

Recto uso de los medios
La principal tarea moral, en cuanto al recto uso de los medios de comunicación social, corresponde a periodistas, escritores, actores, autores, productores, realizadores, exhibidores, distribuidores, vendedores, críticos y a cuantos participan de algún modo en la realización y difusión de las comunicaciones. Resulta absolutamente evidente la gravedad e importancia de su trabajo en las actuales circunstancias de la humanidad, puesto que, informando e incitando, pueden conducir recta o erradamente al género humano.
A ellos corresponderá, por tanto, tratar las cuestiones económicas, políticas o artísticas de modo que nunca resulten contrarias al bien común; para lograr esto con mayor facilidad, bueno será que se agrupen en asociaciones profesionales que impongan a sus miembros -si fuera necesario, incluso mediante el compromiso de observar rectamente un código ético- el respeto de las leyes morales en las empresas y tareas de su profesión.
Pero recuerden siempre que la mayor parte de los lectores y espectadores son jóvenes que necesitan una prensa y unos espectáculos que les proporcionen diversiones honestas y que eleven su espíritu a cosas más altas. Procuren, además, que las comunicaciones sobre temas relativos a la religión se confíen a personas dignas y expertas y sean tratadas con el debido respeto.

En bien de la sociedad
El Concilio confía en que estas instrucciones y normas suyas serán gustosamente aceptadas y sanamente respetadas por todos los hijos de la Iglesia, que, también al utilizar estos medios, lejos de padecer daños, como sal y como luz, darán sabor a la tierra e iluminarán el mundo; además invita a todos los hombres de buena voluntad, sobre todo a aquellos que dirigen estos medios, a que se esfuercen por utilizarlos únicamente en bien de la sociedad humana cuya suerte depende cada vez más del recto uso de éstos. Y así como antes los monumentos artísticos de la antigüedad, también ahora los nuevos inventos glorificarán el nombre del Señor según aquello del Apóstol: Jesucristo, ayer y hoy el mismo por los siglos de los siglos (Heb 13, 8).

Decálogo del periodista católico
Como para concluir comparto con ustedes el agudo y profundo "Decálogo del periodista católico", que escribiera Manuel Lozano Garrido, -el querido Lolo, que ya va camino de los altares-, donde sugiere un horizonte espléndido para los profesionales. Dice así:


1. Da gracias al ángel que clavó en tu frente el lucero de la verdad y lo bruñe a todas horas.
2. Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar.
3. Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas, para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso para combatir y sembrar.
4. Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de tus manos para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean.
5. El buen peregrino de la palabra pagará con moneda de franqueza, la puerta que se le abre en la hospedería del corazón.
6. Trabaja el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar.
7. Árbol de Dios, pídele que te haga roble, duro e impenetrable al hacha de la adulación y el soborno.
8. Si a tu silencio se llama fracaso porque la luz falta a la cita, acepta y calla. Pobre del ídolo que tiene los pies del barro de la mentira.
9. Siégate la mano que va a mancillar, porque las salpicaduras en los cerebros son como sus heridas, que nunca se curan.
10. Recuerda que no has nacido para prensa de colores. Sirve el bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es. Magnífico Decálogo para todos nosotros. Encierra los grandes retos de un periodismo audaz.

Capacidad, servicio y profesionalidad
Finalmente, algunas afirmaciones del Papa Benedicto XVI: el “trabajo de los periodistas católicos —si bien ‘anclado a un patrimonio de principios enraizados en el Evangelio’— resulta hoy aún más arduo”, pues “al sentido de responsabilidad y al espíritu de servicio” que lo caracteriza, se debe unir “una profesionalidad cada vez más sobresaliente junto a una gran capacidad de diálogo con el mundo laico, en busca de valores compartidos”… “Con mayor facilidad encontrarán escucha cuanto más coherente sea el testimonio de la vida de ustedes. No son pocos, entre sus colegas laicos, quienes íntimamente esperan de ustedes el testimonio silencioso, sin etiquetas pero sustancial, de una vida inspirada en los valores de la fe”.
El Santo Padre es consciente de que esta labor profesional es “cada vez más exigente” y de que en su desarrollo “los espacios de libertad con frecuencia están amenazados y los intereses económicos y políticos ganan la delantera al espíritu de servicio y al criterio del bien común”. Por eso exhorta a los periodistas católicos “a no ceder a componendas en valores tan importantes, sino a tener el valor de la coherencia, aún a costa de pagarlo personalmente”, pues “la tranquilidad de conciencia no tiene precio”.
“Estoy cerca de ustedes con la oración, pidiendo al Señor que los ayude a estar siempre dispuestos a responder a cualquiera que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes (1P 3,15)”.
Le pidamos a la Virgen María, la que corrió presurosa a ayudar a su anciana prima Isabel, que también los periodistas corran presurosos a observar la realidad y a comunicar con caridad lo que acontece, sabiendo descubrir detrás de cada acontecimiento la presencia providente de Dios. Que ningún periodista se conforme sólo con informar, sino que sea un apasionado servidor de la formación de la opinión pública con las luces del Espíritu Santo, por medio de un ponderado y agudo discernimiento. Así sea".