Camino a la Beatificación

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01 diciembre 2011

El ámbito de la Educación rindió su homenaje

El miércoles 30 de diciembre, en el segundo día de la novena en honor a la Virgen del Valle, rindió su homenaje el ámbito estatal y privado de la Educación. Lo hizo durante la misa central, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario Episcopal para la Educación, Pbro. Víctor Hugo Vizcarra.
Participaron de la celebración eucarística de acción de gracias autoridades provinciales, encabezadas por la subsecretaria de Educación, Prof. Cristina Sosa de Narváez, municipales y universitarias.
Brindaron un marco especial los abanderados y escoltas de distintos establecimientos educativos estatales y privados del medio, y egresados por quienes se rezó de manera especial.
Durante su predicación, el Señor Obispo se refirió al tema de esta jornada, que versó sobre “El proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia”.

Texto completo de la homilía

Queridos hermanos:
Hoy la Iglesia celebra la memoria del insigne apóstol San Andrés y es el segundo día de la novena en honor a Nuestra Señora del Valle.
En esta jornada nos han propuesto considerar el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia. Veamos concisamente qué nos enseña nuestra fe:
*La alianza matrimonial, por la que el hombre y la mujer se unen entre sí para toda la vida, ha sido fundada por el Creador y provista desde “el principio” de sus finalidades propias que deben ser reconocidas socialmente. El vínculo sagrado que se establece sobre el consentimiento personal e irrevocable de los cónyuges, no depende del arbitrio humano. El matrimonio es una institución que hunde sus raíces en la misma humanidad del hombre y de la mujer, en ese misterio de trascendencia de ser creados a imagen del mismo Dios (cf. Ge 1,27). Es una realidad buena y hermosa, salida de las manos de Dios (cf. Ge 1,1-25; 1 Co 7,38).
*La vitalidad de la Iglesia depende, en gran medida, de la vida auténticamente cristiana de los matrimonios. Sería temerario considerarlos una parte poco significativa de la vida eclesial. El matrimonio como vocación eclesial es todavía una realidad no suficientemente valorada en nuestras comunidades y no pasa muchas veces de ser una afirmación nominal. Nuestra pastoral familiar debe comenzar por la revitalización de esta conciencia eclesial de los matrimonios cristianos, para que sean, no sólo miembros activos dentro de la Iglesia, sino conscientes y responsables de su misión específica.
*Los esposos, al realizar existencialmente el proyecto de Dios sobre sus vidas, se abren a un plan más grande que su propia unión: la familia. La comunión conyugal está ordenada por medio de la procreación a la formación de la comunión familiar como una de las dimensiones intrínsecas de su vocación. Por tanto, sólo se puede acceder al matrimonio como totalidad desde la realidad de la familia.
*La familia, como “iglesia doméstica” está al servicio de la misión de la Iglesia. La primera manifestación de esta misión es la transmisión de la fe. En este punto la familia, como comunión de personas, se ve como el lugar privilegiado para esta transmisión, en especial en el momento que se denomina “despertar religioso”.
Este despertar a la vida humana en la familia introduce al niño progresivamente en toda la gama de experiencias fundamentales en las que va a encontrar las claves para interpretar su mundo, sus relaciones, el sentido y el fin de su vida.
En la saludable convivencia familiar el niño necesita internalizar que la fe se vive día a día uniendo el amor humano y el amor de Dios, la oración y el trabajo, la intimidad y el servicio, la gratuidad, la acción de gracias y el perdón, la alegría, los acontecimientos dolorosos y la misma muerte de los seres queridos.
La oración en familia es expresión de fe y ayuda a la integración de fe y vida. La familia que reza unida, permanece unida; recupera la capacidad de mirarse a los ojos, de comunicarse, solidarizarse, perdonarse mutuamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios.
Para dar luz a esta mirada sobre el matrimonio y la familia nos ayudará resaltar algunos elementos del llamado al seguimiento, que Jesús dirige a todas las personas y comunidades.
Jesús toma la iniciativa. No espera, sino que sale al encuentro y toma la palabra: “Vengan conmigo”. Él se acerca a nuestra vida cotidiana, a nuestro trabajo, a nuestra comunidad. Tenemos que aprender a descubrir cómo, cuándo, dónde, en quiénes se nos acerca: en las personas necesitadas, en las situaciones de compromiso en favor de la justicia, en los llamados a defender la vida, en un fracaso, en una enfermedad, etc.
Jesús no nos llama a seguirlo para aislarnos del resto de su pueblo, sino que nos convoca a un servicio para la vida en medio de la comunidad. Él llamó a los discípulos para comprometerles en una misión que suponía seguirle y para transmitirles un mensaje que tienen que vivirlo mientras van de camino por este mundo.
Esta invitación de Jesús afecta a toda la persona. Por eso, los discípulos no se quedaron con las redes. Fue necesario para ellos un cambio de vida. Así también nosotros no podemos seguir siendo iguales luego de su llamado a seguirle.
Por último, recordemos algunas oportunas enseñanzas de la primera lectura que nos clarifican aún más la misión de la familia y el matrimonio cristianos.
Hemos de creer firmemente que Jesús es el Señor y que su Padre lo resucitó de entre los muertos. Él es el que Vive y da su Vida al amor conyugal y familiar. Creámoslo con el corazón para alcanzar la santidad y la salvación eterna.
Sin embargo, no es suficiente creer sino que hay que anunciar a otros esta verdad.
¿Cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados?
Por tanto, queridos hijos de María del Valle, vayan y anuncien con sus vidas y enseñanzas el evangelio del matrimonio y la familia ya que la fe viene de la predicación y la predicación consiste en anunciar la palabra de Cristo.
Nuestra Madre del Valle, ruega por los matrimonios y familias de nuestra Diócesis de Catamarca y del mundo entero. Así sea.