Camino a la Beatificación

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22 febrero 2013

Mons. Urbanc: “Así como hace casi dos mil años Jesús fue físicamente agraviado, también hoy sigue padeciendo por medio de innumerables ofensas”

Con un espíritu penitencial, el 22 de febrero, segundo viernes de Cuaresma, la Iglesia de Catamarca participó de los actos en desagravio y reparación por el sacrilegio ocurrido en la Capilla del Buen Pastor, destinada a la Adoración Perpetua de Jesús presente en la Sagrada Eucaristía.
La Santa Misa fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Irbanc, y concelebrada por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino, el Rector del Santuario y Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, Pbro. José Antonio Díaz, y demás sacerdotes del Decanato Capital.
Participaron el Señor Intendente de San Fernando del Valle de Catamarca, Lic. Raúl Jalil; miembros de movimientos, instituciones y comunidades parroquiales, algunas de las cuales llegaron en peregrinación como el caso de la parroquia San Pío X, y fieles en general, quienes colmaron el templo catedralicio.
En el inicio de su predicación, el Señor Obispo transmitió a todos los presentes el saludo cordial de Mons. Elmer Miani, Obispo Emérito de Catamarca, quien se encuentra residiendo en la provincia de Córdoba, y luego expresó: “Hoy, como Iglesia, en todo el mundo celebramos la fiesta de la Cátedra de san Pedro. Nosotros también nos propusimos congregarnos, como laicado y presbiterio, para desagraviar y reparar por todas las ofensas que recibe Jesús en la Santísima Eucaristía… Así como Jesús, hace casi dos mil años, fue físicamente agraviado, vendido, expoliado y crucificado, así también, en nuestros días, sigue padeciendo por medio de innumerables ofensas que de tantos bautizados recibe en personas, instituciones y objetos sagrados”.
En otro tramo de su homilía dijo que “este segundo viernes de cuaresma, les decía, coincide con la fiesta de la Cátedra de san Pedro, que este año la celebramos con la particularidad de saber que la Sede Pontificia pronto estará vacante por la espontánea renuncia a ella de quien la ocupa, nuestro querido, humilde, sufrido y docto Benedicto XVI”.

Vía Crucis
Finalizada la celebración eucarística, y luego de un momento de oración frente a Jesús Sacramentado, se concretó el Vía Crucis por las calles ubicadas alrededor de la Catedral. El trayecto comprendió las calles República, Maipú, Chacabuco y Sarmiento, llegando nuevamente al Santuario Mariano. La marcha hizo una parada frente a la Capilla del Buen Pastor, donde se rezó la oración de desagravio por las ofensas a Jesús Eucaristía.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos hermanos:
                                        Nuevamente la sagrada Liturgia nos convoca en torno al Misterio Eucarístico en el marco de un viernes de Cuaresma.

            Hoy, como Iglesia, en todo el mundo celebramos la fiesta de la Cátedra de san Pedro. Nosotros también nos propusimos congregarnos, como laicado y presbiterio, para desagraviar y reparar por todas las ofensas que recibe Jesús en la Santísima Eucaristía. Por eso, el via crucis que, después de Misa, meditaremos por las calles de alrededor de la catedral, tendrá esta finalidad. Así como Jesús, hace casi dos mil años, fue físicamente agraviado, vendido, expoliado y crucificado, así también, en nuestros días, sigue padeciendo por medio de innumerables ofensas que de tantos bautizados recibe en personas, instituciones y objetos sagrados.

            Este segundo viernes de cuaresma, les decía, coincide con la fiesta de la Cátedra de san Pedro, que este año la celebramos con la particularidad de saber que la Sede Pontificia pronto estará vacante por la espontánea renuncia a ella de quien la ocupa, nuestro querido, humilde, sufrido y docto Benedicto XVI.
            Es oportuno que les comparta algunos pasajes de una magistral homilía de un predecesor suyo, el santo Papa León Magno, quien con sabias, profundas y clarísimas palabras explica el ‘servicio petrino’ en la Iglesia fundada por Jesucristo. Misterio para vivir y amar, más que para cuestionar y denostar.
De entre todo el mundo, sólo Pedro es elegido para ser puesto al frente de la multitud de los llamados, de todos los apóstoles, de todos los Padres de la Iglesia; pues, aunque en el pueblo de Dios son muchos los sacerdotes, muchos los pastores, a todos los rige Pedro, bajo el Supremo gobierno de Cristo. Dios, amadísimos hermanos, se dignó conceder a este hombre una grande y admirable participación en su poder; y todo aquello que quiso que los demás jefes del pueblo tuvieran en común con él se lo otorgó a través de él.
El Señor pregunta a los apóstoles qué piensa la gente acerca de él, y su respuesta concuerda en cuanto que expresa la desorientación de la ignorancia de los hombres.
            Pero tan pronto como interroga a sus discípulos sobre la convicción que ellos tienen, el primero entre ellos en dignidad es el primero también en confesar al Señor. Cuando Pedro hubo dicho a Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, Jesús le respondió: Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Es decir: ‘Bienaventurado eres, porque mi Padre te ha instruido; no has sido engañado por las opiniones terrenas, sino que te ha iluminado la inspiración celestial; ni la carne ni la sangre te han proporcionado el conocimiento de mi persona, sino aquel de quien soy el Hijo único…Y yo te digo: Así como mi Padre te ha revelado mi divinidad, así quiero yo a mi vez darte a conocer tu propia dignidad: Tú eres Pedro, esto es: Yo soy la piedra inquebrantable, yo soy la piedra angular que hago de los dos pueblos una sola cosa, yo soy el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero también tú eres piedra, porque por mi virtud has adquirido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo, por participación, los poderes que yo tengo en propiedad. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no la derrotarán…Sobre esta piedra firme -quiere decir- edificaré un templo eterno, y la alta mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se apoyará en la firmeza de esta fe’.
Los poderes del infierno no podrán impedir esta profesión de fe, los vínculos de la muerte no la sujetarán, porque estas palabras son palabras de vida. Ellas introducen en el cielo a los que las aceptan, hunden en el infierno a los que las niegan.
Por esto dice Jesús al bienaventurado Pedro: Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo.
Verdad es que este poder fue comunicado también a los demás apóstoles y que este decreto constitutivo concierne igualmente a todos los que rigen la Iglesia; pero, al confiar semejante prerrogativa, no sin razón se dirige el Señor a uno solo, aunque hable para todos, la autoridad queda confiada de un modo singular a Pedro porque él es constituido cabeza de todos los pastores de la Iglesia” (Sermón 4,2-3: PL 54, 149-151).

            En la primera lectura, el mismísimo primer Vicario de Cristo en la tierra, san Pedro nos señala la particularidad de su servicio apostólico: “soy pastor como los otros, pero me distingue el que soy testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que se va a manifestar” (cf. 1 Pe 5,1).
            Con esta autoridad, participada de Jesucristo, exhorta a todos los pastores, es decir, obispos y presbíteros, a que apacienten el pueblo de Dios de buena gana, como Dios quiere, no por ambiciones, sino con entrega generosa, hasta que recibamos el premio inmortal de la gloria (cf. 1 Pe 5,2-4).
            Querría subrayar la última recomendación que se refiere al premio final. No se refiere a un pasarla bien en este mundo, sino a la eternidad, a lo definitivo. ¡Cómo nos cuesta a todos vivir en clave de esperanza; poner toda nuestra vida en las manos de Dios; estar convencidos que lo único importante es llegar, reposar y gozar en el corazón amoroso de nuestro buen Padre Dios, que nos envió a su Hijo como camino para llegar a Él y que nos anima y fortalece en el peregrinar con su Santo Espíritu!

           
            ¡Cómo no vamos a exclamar con el salmista “El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas… Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término!” (cf. Sal 22,1-3.6).
            También a nosotros, como a los Doce, Jesús nos pregunta: ¿Quién soy Yo para ustedes?... Notemos que la pregunta no usa un verbo utilitarista: qué valgo, qué quieren que haga por ustedes, qué les importo a ustedes, qué les gusta de mí, que sienten por mí, etc., sino que va a la esencia misma de la persona: ¿Quién soy?, es decir, ¿me conocen?, ¿me conoces?... ¿Estamos capacitados para responder concienzudamente “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, con todo lo que de convicciones, actitudes y compromisos conlleva semejante afirmación? (cf. Mt 16,13-19).
            Teniendo como trasfondo la dolorosa y nefasta experiencia de haber sido partícipes de la humillación sufrida por Cristo con la profanación de la Eucaristía días atrás, ¿tenemos la certeza de que la palabra de Cristo es veraz y omnipotente cuando nos dice que los poderes del infierno no prevalecerán contra su Esposa, la Iglesia, de la que somos miembros?...¿Creemos realmente en el poder infinito de Cristo y que, si estamos unidos cordial y efectivamente a Él, participamos de su Gloria y Victoria?

            Amados hermanos, en una media hora, estaremos caminando por las calles de nuestra querida ciudad de san Fernando, meditando sobre el acto de amor más grande que la humanidad haya podido experimentar: ‘el Hijo de Dios hecho hombre que se entrega libremente en las crueles manos de los hombres para saldar, de una vez para siempre, la peor de las deudas que las creaturas humanas contrajimos con el Creador desde los orígenes’. Precisamente, este misterio de amor, Él mismo quiso dejarlo como memorial hasta el fin del mundo con estas palabras: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía» (Lc 22,19).
            Esto es lo que celebramos, adoramos y trasmitimos a las futuras generaciones en cada Eucaristía, en cada instante que dedicamos para una visita al santísimo y en cada momento que ocupamos para hacer que nuestros niños, adolescentes y jóvenes comprendan, valoren y amen a Cristo presente en los sagrarios y en cada ser humano, por más vil que sea, ya que también Él ha dicho: “Les aseguro que todo lo que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40).
            Nuestros conciudadanos necesitan nuestro testimonio de amor a Cristo. No olvidemos las palabras de Jesús: “Quien se avergonzare de mí y de mis enseñanzas ante los hombres, Yo también me avergonzaré de él ante mi Padre celestial” (Lc 9,26).
 ¡En verdad, esto no se lo deseo a nadie, ni a mí mismo!

Por tanto, acudamos con confianza a nuestra Madre del Valle para ser fieles al llamado que el Señor nos hace en este tiempo cuaresmal de llegar a ser auténticos y entusiastas discípulos-misioneros el resto de nuestra vida terrena para que cuantos más crean, y creyendo participen de los bienes salvíficos ofrecidos para todos. ¡Así sea!