Camino a la Beatificación

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14 abril 2013

Con una maratón juvenil previa, una multitud de peregrinos y devotos participó de la Procesión


En la soleada tarde del domingo 14 de abril culminaron las fiestas patronales en honor a Nuestra Madre del Valle con la Solemne Procesión, que en esta oportunidad tuvo la particularidad de que la Sagrada Imagen partió acompañada por una maratón juvenil, desde la Catedral Basílica hasta la intersección de calle Perú y avenida Virgen del Valle, donde la esperaban los sacerdotes del clero catamarqueño, para conducirla hasta la Plaza del Maestro, desde donde dio inicio la Procesión.
Esta novedosa salida de la Imagen Centenaria desde su casa hasta el punto de inicio de la marcha forma parte de las actividades programadas con motivo del Año Diocesano de la Juventud, que vive la Iglesia de Catamarca, en el marco de la Misión Diocesana Permanente.
La Procesión fue presidida por el Señor Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, acompañado por sacerdotes de todo el territorio diocesano, diáconos y religiosos, con un importante protagonismo de los jóvenes, quienes portaron la Cruz peregrina, agrupaciones gauchas, delegaciones escolares y de peregrinos con sus estandartes, que llegaron desde distintos puntos de Catamarca y de otras provincias del país.
Participaron de esta manifestación de fe autoridades provinciales y municipales, encabezadas por la Señora Gobernadora, Dra. Lucía Corpacci, y el Intendente de San Fernando del Valle de Catamarca, Lic. Raúl Jalil, respectivamente,  legislativas, de las fuerzas de seguridad, entre otras.
En un clima de mucha emoción y alegría por el encuentro con la Madre, la columna procesional se desplazó por avenida Virgen del Valle bordeando el Paseo General Navarro (La Alameda) o Plaza de la Coronación, continuando por calles San Martín, Rivadavia y República hasta el Paseo de la Fe, donde fue recibida con los acordes de la Banda de Música de la Policía de la Provincia, el tañido de las campanas, pañuelos y banderitas con los colores papales en alto, cuando el sol ya se había ocultado.
El Obispo Diocesano emitió su mensaje final, que dedicó a los jóvenes, pidiendo, en uno de sus tramos, a la “Virgen siempre joven, y a san José, tu casto esposo, te los confío. Muchos han venido a verte, a conocerte, a agradecerte y a pedirte. En estos días, esta casa tuya se ha convertido en la casa de los jóvenes; han venido a pedir que los liberes de muchas ataduras internas y externas. Consígueles con tu poderosa intercesión la verdadera libertad, la de tu Hijo; la fe verdadera y los auténticos motivos de vida y esperanza. Tú, Madre, conoces sus límites, sus sueños, sus proyectos y sus posibilidades, haz que sea fecunda su esperanza”.
En homenaje a la Patria, se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino y luego se procedió al arriamiento de la Bandera.
El Rector del Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz, leyó el instrumento que da y concede una indulgencia plenaria a todos los presentes y a todos los que a través de la radio y la televisión, con un corazón arrepentido, hayan participado de estas fiestas, habiendo recibido los Sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.
Tras la bendición del Señor Obispo, se concretó el ingreso de la Sagrada Imagen a la Catedral Basílica, donde fue colocada nuevamente en el Camarín, donde permanecerá hasta el 29 de noviembre, en que dará inicio a las festividades de la Inmaculada Concepción.
Pañuelos flameando, lágrimas en los rostros, aplausos y mucha emoción acompañaron este momento, que dos veces al año se repite de una manera siempre renovada.


TEXTO COMPLETO DEL MENSAJE FINAL
A ti, Madre querida del Valle, hemos venido desde distintos lugares y realidades, confiados y suplicantes, a honrarte en este septenario para celebrar tus 122 años como Reina y Señora de esta Iglesia diocesana, y te ruego que nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y hermanos de Jesucristo, libres de toda mancha de pecado.
Acuérdate, Virgen Santa, que eres Madre de Dios, no sólo para tu dignidad y gloria, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Ten en cuenta que jamás se ha oído decir que alguien que haya acudido a tu protección e implorado tu socorro, haya sido desamparado. No nos dejes, porque si nos olvidas nos perderemos; tampoco nosotros queremos abandonarte, antes bien, estamos dispuestos a crecer más en la verdadera devoción y en el amor fraterno.
Inmaculada Madre de Dios, Reina de los Cielos, Manantial de Misericordia, presta atención a este servidor del Sumo y Eterno Sacerdote, tu Hijo bendito, que, en nombre de todos cuantos están delante de tu venerada imagen, te suplica confiadamente por los jóvenes de nuestra diócesis y de la patria, concédeles encontrarse con Jesús a quien buscan y, en no pocos casos, sin saberlo. Lo buscan porque lo necesitan como los pulmones el aire, como las plantas el agua. Así como los peregrinos que, año a año, llegan a tu santuario buscando Paz.
A ti, Virgen siempre joven, y a san José, tu casto esposo, te los confío. Muchos han venido a verte, a conocerte, a agradecerte y a pedirte. En estos días, esta casa tuya se ha convertido en la casa de los jóvenes; han venido a pedir que los liberes de muchas ataduras internas y externas. Consígueles con tu poderosa intercesión la verdadera libertad, la de tu Hijo; la fe verdadera y los auténticos motivos de vida y esperanza. Tú, Madre, conoces sus límites, sus sueños, sus proyectos y sus posibilidades, haz que sea fecunda su esperanza.
Madre bendita, que lleven a cabo los grandes anhelos de su corazón creyente; que sean fuertes frente a lo que los asedia; que puedan vencer las acechanzas del demonio y de sus propias debilidades; cúralos del pecado; líbralos de la derrota y del error; protégelos del desprecio de la vida y de todo lo que amenace su salud física, psíquica, social y espiritual; defiéndelos de la soledad padecida o buscada, para que no acabe en desesperación; aliéntalos frente al temor del futuro; fortalece a los desocupados y a los que han perdido su hogar; entusiásmalos a trabajar por la paz frente a los estragos de la violencia, el relativismo, las ideologías y los totalitarismos.
A tu corazón de Madre confío las familias jóvenes y a los que se consagraron totalmente a la gloria de Dios y el servicio a sus hermanos.
Madre de la Sabiduría, enséñales a forjar una cultura que contemple el cuidado de todos los hombres y de ‘todo el hombre’, por medio de la reconciliación y el perdón. Que no se borren ante los nuevos desafíos y tareas que conlleva la misión diocesana permanente, llevando a Cristo a todos los ámbitos y sectores sociales y eclesiales… Para ello enséñales tu fe, tu esperanza y tu caridad para ir al encuentro de Tu Hijo y de las personas más necesitadas, los pobres del Evangelio: niños, ancianos, enfermos, adictos, explotados, extranjeros, excluidos, minusválidos, solos, abandonados, etc. Enséñales a acoger toda vida humana y a descubrir el misterio de la vida y todo lo que la genera y da sentido, es decir, el amor puro, para que asuman con responsabilidad y generosidad el destino de la Patria y del Mundo.
Guíalos hacia tu Hijo, reconcílialos con Él, encomiéndalos y devuélvelos una y otra vez a Él.