Camino a la Beatificación

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12 abril 2014

Una multitud marchó bajo la lluvia en el inicio de la Semana Santa en Catamarca

En la misa, el Obispo exhortó a cuidar a los niños y a los ancianos, ya que “el secreto de una saludable vida cristiana radica en ser sencillos como niños y responsables como quien ha madurado en la vida”, dijo citando al Papa Francisco.

Tal como estaba previsto y a pesar la intensa llovizna que bañó la ciudad capital, en la tarde del sábado 12 de abril, una multitud de fieles caminó hasta la Gruta de Choya, durante la tradicional Peregrinación del Pueblo de Dios, marcando el inicio de la Semana Santa en la diócesis local.
La presente edición se realizó bajo el lema “Dejad que los niños vengan a Mí, no se lo impidan”, en consonancia con el Año de la Niñez y la Adolescencia que transita la Iglesia de Catamarca, en el marco de la Misión Diocesana Permanente. Otra particularidad de este año fue la solidaridad con los hermanos del departamento Santa Rosa afectados por las inundaciones, a quienes se destinarán los elementos recaudados.  
La marcha se puso en movimiento a las 17.00 con el avance de la Santa Cruz, detrás de la cual se ubicaron las familias concentradas en la Plaza del Maestro para participar de esta
manifestación pública de fe en el comienzo de la Semana Santa, que nos prepara para vivir la Pascua de Resurrección. A lo largo de la avenida Virgen del Valle podía observarse a cientos de personas con ramos de olivo en sus manos, además de los coloridos paragüas, usados para protegerse de la intensa llovizna que acompañó todo el trayecto hasta la Gruta.
Junto con los fieles caminaron el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y sacerdotes del Decanato Capital, quienes atendieron a los hermanos que se acercaron al Sacramento de la Reconciliación durante las casi dos horas que duró el peregrinaje. Los misterios del Santo Rosario y las intenciones dirigidas al Padre especialmente por nuestros niños y adolescentes, como también por sus familias, fueron matizados con alegres cantos que animaban la marcha.

Bendición de ramos y misa

En el ingreso a la Gruta, se concretó la ceremonia de bendición de los ramos, a cargo del Señor Obispo, acompañado por los sacerdotes presentes, y desde allí se desplazaron cantando hasta la explanada levantada en el lugar del hallazgo de la Sagrada Imagen, donde se celebró la Santa Misa.
En su homilía, Mons. Urbanc destacó la coincidencia de esta peregrinación “con la fecha de la Coronación Pontificia de la cuatro veces centenaria imagen de la Virgen del Valle, acaecida hace 123 años”, y con “el cuarto aniversario de la creación de la homónima parroquia en el norte del departamento La Paz, con sede en Icaño”, por cuya comunidad pidió oraciones “para que siga creciendo en el amor a María y a Jesús, nuestro Salvador”.
Al referirse a la prioridad pastoral propuesta para este año, en el marco de la Misión Diocesana Permanente, que es la de los niños y adolescentes, exhortó a todos a “que esta
Semana Santa que iniciamos la vivamos bajo esta perspectiva a fin de que la Luz, que es Cristo, brille con más fulgor en lo profundo de nuestras conciencias y corazones, de modo que nos entusiasmemos más por trabajar esta importantísima y delicadísima franja etaria de la especie humana, la que a los cristianos se nos ha confiado como ‘don y tarea’ irrenunciable e intransferible”.
Citando al Papa Francisco, dijo que en nuestra sociedad “se agrede a los dos pilares fundamentales de la sociedad humana: los niños y los ancianos, quienes serán siempre, hasta el fin del mundo, la sede de la esperanza, la alegría y la sabiduría. Por tanto, el secreto de una saludable vida cristiana radica en ser sencillos como niños y responsables como quien ha madurado en la vida”.

Acompañar a las mamás jóvenes

Asimismo, insistió en que “nos ocupemos de verdad, con perseverancia y excelencia, en el cuidado de nuestras cada vez más jóvenes y numerosas mamás. Biológicamente idóneas para gestar una vida humana, pero humanamente inmaduras. No se trata de condenarlas, sino de ayudarlas para que tomen conciencia de lo que está pasando en sus vidas. Necesitan justipreciar y reflexionar sobre lo sagrado que es la vida que Dios les confía y que para ello también debe acompañarlas con responsabilidad el coartífice de la misma”.
En este sentido, afirmó que “lamentablemente, hoy se ha transformado en una pandemia la procreación sin la madurez y estabilidad afectiva de sus progenitores. A los cristianos, tal situación, nos convoca a una creativa, generosa, paciente y cualificada tarea
para saber educar a los niños y adolescentes de modo que se preparen virtuosamente a asumir sus actos según los designios divinos, que los conocemos por medio de la Revelación, bajo la segura orientación del Magisterio de la Iglesia”.


TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos hermanos:
                                   Con la bendición de los Ramos y la Santa Misa culminamos nuestra anhelada y jubilosa ‘Peregrinación del Pueblo de Dios’. Tengamos presente que en algunas comunidades del interior también realizan algo similar para unirse a toda la Iglesia diocesana y, a su vez, para sacar el provecho que este sencillo gesto ofrece a quienes lo hacen con fe y espíritu de conversión.
            Hoy nuestra peregrinación coincide con la fecha de la Coronación Pontificia de la cuatro veces centenaria imagen de la Virgen del Valle, acaecida hace 123 años. También hoy es el cuarto aniversario de la creación de la homónima parroquia en el norte del departamento La Paz, con sede en Icaño. Recemos por esa comunidad para que siga creciendo en el amor a María y a Jesús, nuestro Salvador.

            La prioridad pastoral que nos propusimos para este año, en el marco de la Misión Diocesana Permanente, es la de los ‘Niños y Adolescentes’. Es por ello que los exhorto a que esta Semana Santa que iniciamos la vivamos bajo esta perspectiva a fin de que la Luz, que es Cristo, brille con más fulgor en lo profundo de nuestras conciencias y corazones, de modo que nos entusiasmemos más por trabajar esta importantísima y delicadísima franja etaria de la especie humana, la que a los cristianos se nos ha confiado como ‘don y tarea’ irrenunciable e intransferible.
            El Papa Francisco, frecuentemente, hace alusión a que en esta hodierna sociedad del descarte y hedonista, se deja de lado, más aún se agrede a los dos pilares fundamentales de la sociedad humana: los niños y los ancianos, quienes serán siempre, hasta el fin del mundo, la sede de la esperanza, la alegría y la sabiduría. ¡Cuánto hemos de pedirle a Jesús sufriente, bajo el peso de la Cruz de nuestros pecados, que nos ilumine la mente y purifique los corazones para asumir generosamente su mandato siempre actual: “Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan, pues de los que son como ellos es el Reino de los Cielos” (Mc 10,14; Mt 19,14; Lc 18,16).

            Por tanto, el secreto de una saludable vida cristiana radica en ser sencillos como niños y responsables como quien ha madurado en la vida (cf. 1 Cor 14,20).
            Si algo debo insistir, es que nos ocupemos de verdad, con perseverancia y excelencia, en el cuidado de nuestras cada vez más jóvenes y numerosas mamás. Biológicamente idóneas para gestar una vida humana, pero humanamente inmaduras. No se trata de condenarlas, sino de ayudarlas para que tomen conciencia de lo que está pasando en sus vidas. Necesitan justipreciar y reflexionar sobre lo sagrado que es la vida que Dios les confía y que para ello también debe acompañarlas con responsabilidad el coartífice de la misma. Lamentablemente, hoy se ha transformado en una pandemia la procreación sin la madurez y estabilidad afectiva de sus progenitores. A los cristianos, tal situación, nos convoca a una creativa, generosa, paciente y cualificada tarea para saber educar a los niños y adolescentes de modo que se preparen virtuosamente a asumir sus actos según los designios divinos, que los conocemos por medio de la Revelación, bajo la segura orientación del Magisterio de la Iglesia. Aquí no valen las excusas; todos, especialmente los esposos y padres, tenemos que estar preparados para “saber dar razón de nuestra esperanza a aquellos que nos la pidan” (1 Pe 3,15), y éstos son en primer lugar los niños y adolescentes.
            Queridos hermanos, dentro de un rato, después de haber celebrado los misterios divinos, volveremos a nuestras respectivas comunidades para seguir celebrando nuestra fe pascual a través de los diversos y significativos ritos de la Liturgia de Semana Santa. Les ruego que vayan bien dispuestos a dejarse interpelar por el Amor de Dios Padre que nos entrega a su Querido Hijo como remisión de nuestros pecados y para acogernos en su misma Vida divina; de modo que, renovados y profundamente motivados nos aboquemos a servir a Dios en la persona de nuestros prójimos, empezando por los niños, que son los más pobres entre los pobres, cuanto más si aún están en el vientre de sus madres, ya que ostentan la máxima indefensión y reclaman la más delicada atención de toda la sociedad, y la inversión de los mejores y mayores recursos materiales, legales, políticos, económicos y espirituales que están al alcance de la humanidad.
            Para concluir, los invito a que elevemos al Rey de Reyes la siguiente súplica: “Señor de la Vida y de la Historia, te pedimos la convicción de que si los niños viven en medio de críticas, aprenderán a condenar; que si viven en un ambiente hostil, aprenderán a pelear; que si viven en el temor, aprenderán a ser desconfiados; que si son estimulados, aprenderán a tener confianza; que si reciben un trato justo, aprenderán a practicar la justicia; que si experimentan la tolerancia, aprenderán a ser pacientes; que si viven con seguridad, aprenderán a tener fe en sí mismos y en quienes los rodean; que si rezan en familia, descubrirán tu presencia en su vidas y en la de los demás; que si reina el amor en sus hogares, aprenderán a servir como Tú, hasta dar la vida. Amén
¡Virgen del Valle, Madre de los Niños y Adolescentes!   ¡Ruega por nosotros!