Camino a la Beatificación

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22 septiembre 2014

El Obispo bendijo una ermita y presidió el cierre de las fiestas patronales del Señor de los Milagros en Choya

El sábado 20 culminaron las fiestas patronales en honor al Señor de los Milagros en Choya. A las 18.00, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, acompañado por el Párroco y Vicario Parroquial de Santa Rosa de Lima, Pbro. Armengol Acevedo y  Pbro. Manuel Bulacio, respectivamente, bendijo un altar y la ermita situada en la plazoleta del barrio El Milagro, donde serán entronizadas las imágenes del Señor de los Milagros y de Nuestra Señora del Milagro.
Posteriormente, con la participación de vecinos de la zona, se inició la procesión con las imágenes del Señor del Milagro, Nuestra Señora del Milagro, Santa Rosa de Lima, Divino Niño Jesús, Sagrado Corazón de Jesús y Virgen de la Dulce Espera, recorriendo las calles del barrio hasta el templo de la capilla de Choya donde se celebró la Santa Misa en el atrio del templo, presidida por el
Obispo Diocesano.

Camino a los 200 años del templo
Durante su homilía, Mons. Urbanc  manifestó que “con esta misa estamos dando inicio al año de preparación para agradecer a Dios por los 200 años de la construcción de este templo, que data del año 1815. No me cabe la menor duda que ustedes se van a esforzar mucho en hacer un buen trabajo evangelizador en esta zona de Choya, para dar gracias por este bicentenario”.
Hizo mención a la plaza del barrio El Milagro con la ermita en honor al Señor y Señora de los Milagros, que bendijo previamente, para que “sea un lugar de fe, donde cada uno de ustedes pueda ir a orar. Es hermoso que tengan el hábito de rezar todos los días el Santo Rosario. La Virgen, en todas sus apariciones, nos pide a todos los cristianos que recemos el Rosario. Éste es un hermoso compromiso que podemos y debemos asumir para que Jesús y la Virgen estén contentos. Al rezarlo no nos olvidemos de pedir por la conversión de los pecadores y por la paz en el mundo, como nos pide la Virgen”. Asimismo, expresó su deseo de que “sería lindo que
nuestros niños concurran a esta ermita para acompañar a sus padres a rezar. Hagan el propósito y verán cuántas bendiciones van a recibir, de cuántos males van a librar a estos niños, porque sin oración no se consigue nada. Acuérdense que la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”.
“Estamos celebrando la fiesta patronal del Señor de los Milagros de esta comunidad y le tenemos que pedir al Señor que nos ayude, nos fortalezca, porque nosotros queremos colaborar para que se dé el milagro de nuestra conversión. No seamos simpatizantes de Dios, sino hijos e hijas íntimamente unidos a Él. Por el bautismo somos hijos de Dios y debemos obrar así. No andemos ‘orillando’ sino estemos adentro del corazón de Dios”, enfatizó Mons. Urbanc.

“Es muy triste pasarse toda una vida sin saber que Dios existe”
Refiriéndose al texto del Evangelio, dijo que “Jesús termina diciendo que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Acuérdense que nosotros somos los primeros que ya hemos recibido el bautismo desde niños. También el texto nos relata el momento que los jornaleros se enojan con Jesús por el pago igualitario que recibieron todos los trabajadores y a los cuales les respondió: ‘Por qué toman a mal que yo sea bueno?’. Dios es así, aunque muchas veces nosotros seamos duros de corazón. Si preguntamos a un padre o a una madre a cuál de sus hijos quiere más, seguramente entenderemos mejor esta parte del Evangelio. Ellos son igualmente generosos con todos sus hijos aunque alguno sea como algunos de estos jornaleros descriptos en el texto. Ellos tienen la bondad que viene de
Dios. Por eso el apóstol Pablo cuando medita sobre el misterio de la muerte redentora de Jesús, el Hijo Único de Dios, expresa que es ‘la locura del amor de Dios’. Pues bien, nosotros tenemos que aprender de este Dios que nos ha creado, que nos ha enviado a su Hijo para salvarnos. Él quiere que todos entremos en el cielo. Cristo ha muerto por todos, los que se portan bien y por los que no y se arrepienten y reciben su perdón. Tenemos que aprender a prepararnos para recibirnos todos en el cielo porque al cielo van todos los que quieren ir. Hay que aprender a amar al prójimo, a comprendernos, a perdonarnos. Hay que agradecer a Dios que nosotros lo conocemos desde niños, porque es muy triste pasarse toda una vida sin saber que Dios existe, que Dios nos ama a todos”.
En otro tramo de su predicación, expresó que “en el mundo hay millones de personas que conocen a Dios, pero son muchos más los que no tienen ni idea de Dios y que también ellos entrarán en el cielo. Jesucristo, cuando vino al mundo, entregó su vida por todos los seres humanos, desde Adán y Eva hasta el último ser que venga a la tierra. Por eso nuestros aborígenes, aunque no recibieron el bautismo de Jesús, pero vivieron coherentes con sus creencias están gozando en el cielo porque Dios quiere la salvación de todos. Qué triste es saber que hoy en día hay personas que no quieren ir al cielo”.

“Tenemos que abrir nuestro corazón a todos nuestros hermanos”
“Si algo tenemos que aprender es que tenemos que abrir nuestro corazón a todos nuestros hermanos, que tenemos que ir a buscar a los que estén lejos para acercarlos a Dios aunque algunos de ellos nos haya hecho algún daño. Ésta es la tarea, no descartar a nadie. Esto es lo que hizo Dios, mandó a su Hijo al mundo para rescatarnos a todos de la esclavitud del pecado y de la muerte para que todos tengamos la posibilidad de volver a entrar al cielo. Esto quiere decir que nuestro corazón tiene que ser semejante al corazón de Jesús porque hay cosas que no vamos a entender desde nuestra lógica humana”, dijo el Obispo.
También pidió al Señor de los Milagros “que nos ayude a no olvidarnos que Dios es amor y que tenemos que ir configurando nuestro corazón al corazón de Dios. Por eso Jesús nos dice: ‘Aprendan de mí que soy manso y humilde  de corazón’. A ustedes, queridos niños, les pido que aprendan esto de Jesús, y a los adultos les pido que enseñen esto con el ejemplo. Tenemos que ser todos como Jesús, bondadosos, misericordiosos, dispuestos siempre a perdonar, a dar otra oportunidad a los que se equivocan. Si rezamos más vamos a disminuir las situaciones de pecado en nuestra vida personal, porque quien reza está cerca de Dios”.

“Ojalá que este año de preparación para celebrar los 200 años de la bendición de este templo de Choya, renovemos nuestro corazón, nuestras familias y así logremos que esta barriada sea más fraterna, más solidaria, más rezadora. Una barriada donde reine Jesucristo. Que la ermita que hoy bendecimos sirva para esta misión, que juntos hagamos un barrio donde reine la paz, la unión, la solidaridad y la cercanía entre todos”.