Camino a la Beatificación

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19 marzo 2018

Fue consagrado y dedicado el histórico templo de San José en Piedra Blanca


El lunes 19 de marzo, Solemnidad de San José, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, consagró el altar, bendijo el ambón y dedicó el histórico templo de San José, en Piedra Blanca, departamento Fray Mamerto Esquiú. La ceremonia fue concelebrada por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Rector del Santuario de Nuestra Señora del Valle, Pbro. José Antonio Díaz; el párroco, Pbro. Juan Olmos, entre otros sacerdotes del clero diocesano. Y contó con la participación de frailes franciscanos, entre ellos el Guardián del Convento de San Francisco, Hno. Alejandro Verón, religiosas y fieles en general.

Estuvieron presentes el Intendente de Fray Mamerto Esquiú, Dr. Guillermo Ferreyra; el senador provincial, Prof. Oscar Vera; el diputado provincial, Dn. Humberto Valdez; el presidente del Concejo Deliberante local, Dn. Daniel Vildoza, concejales y funcionarios del Ejecutivo municipal.
Tras la lectura del decreto por el cual se autoriza la consagración del altar y la dedicación del templo, se dio a conocer una carta del anterior párroco de esa comunidad, Pbro. Julio Murúa, quien se asoció espiritualmente a este acontecimiento.
Seguidamente, el Obispo bendijo el agua
con la que roció las paredes del templo y a los presentes, y luego el ambón desde donde se proclamó la Palabra de Dios.
En su homilía, Mons. Urbanc se refirió a la figura de San José, destacando tres rasgos de los tantos que adornan su persona: su silencio, su fe y su obediencia. Y tras desarrollar cada uno, pidió a Dios, por intercesión de San José “que nos dé mucho silencio interior y contemplativo, fe pronta y generosa, y alegre obediencia al plan redentor”.
Respecto de la ceremonia que dio realce a la solemnidad de san José, explicó que “con la dedicación del templo, concretado luego con la unción de las cruces colocadas en sus muros, “queremos significar que este edificio es, de ahora en más y para siempre, un ámbito sólo para el culto y la alabanza a Dios,
Nuestro Señor. Aquí se administrarán los sacramentos, entre los cuales sobresale la Eucaristía, memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, nuestro Salvador. También nos congregaremos para rezar, personal o comunitariamente, para agradecer y alabar al Señor por su infinita bondad y misericordia, para cantar y salmodiar, para adorar, etc.”.
Y continuó expresando que “con la consagración del altar, que representa a Cristo, piedra angular de la Iglesia, estaremos indicando que este lugar central del templo será usado exclusivamente para la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, por ello lo ungiré con el Santo Crisma, al igual que las cruces, para indicar que sobre
él reposará el Santísimo Cuerpo y la Preciosísima Sangre de nuestro Redentor”.
El Pastor Diocesano aclaró que “este edificio, por el rito de la consagración de su altar y su dedicación, será para siempre el más importante de todo el departamento, y por eso tendrán que cuidarlo con esmero y mantenerlo con el esplendor que se merece porque en él habita la Santísima Trinidad, y porque en él se congregarán ustedes para adorarla y acogerla en sus corazones, a fin de ser verdaderos hijos de Dios y sinceros hermanos entre ustedes y con todos los seres humanos, sin distinción de raza, cultura o nación”.
A continuación, se realizó el rezo de las Letanías de todos los Santos, que la asamblea acompañó de rodillas, y la unción con el óleo sagrado del altar y las cruces ubicadas en las paredes. Luego, quemó incienso en el altar, que llenó de perfume el templo.
Una vez culminado el rito de la unción, miembros de la comunidad vistieron el altar con manteles, flores y velas.

Antes de la bendición final, el Padre Olmos expresó su gratitud a la comunidad por este logro, “a pocos días de cumplir un año caminando juntos en estas preciosas tierras de Fray Mamerto Esquiú”. Recordó cuando comenzaron a trabajar en la construcción del altar y la refacción del templo con un grupo de parroquianos y el trabajo realizado en el Festival de la Graciana para poder concretarlo, destacando que “es un grupo de personas que busca hacer lo mejor a partir de su entrega generosa”. También agradeció “la colaboración del Intendente para poder ofrecer esto a Dios”.
Al finalizar la celebración, se firmó el acta y todos los presentes besaron el altar.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos: hoy celebramos la fiesta de san José, el esposo de María, el  padre legal o adoptivo de Jesús, el que le puso, por indicación del ángel, el nombre de Jesús, es decir, Salvador. Vemos en san José un reflejo de la paternidad de Dios. Hacía falta mucha simplicidad, mucho silencio y mucha fe para poder aceptar todo esto, que san José humanamente no entendía. María por lo menos pudo dialogar con el ángel y escuchar de él que tenía que ser así, y que para Dios no había cosas imposibles. Por eso, hoy, debemos pensar en Dios nuestro Padre; en nuestros padres según la carne, o adoptivos, que han sido imagen e instrumento de la paternidad divina; y también pensemos en nuestros padres según el Espíritu, como fray Mamerto Esquiú, que nos han dado o nos van dando vida en Cristo Jesús, imagen del Padre Celestial.
En la oración colecta dijimos que Dios omnipotente quiso confiar los comienzos de la redención al cuidado premuroso de san José. En efecto, el Espíritu Santo había descendido sobre María y había formado al Dios con nosotros, al Emmanuel, y san José tuvo que guardar todo eso en silencio. Un silencio duro, doloroso, incomprensible. Tan doloroso que san José, que era justo y no quería repudiarla decidió licenciarla en secreto porque no entendía el misterio, ni se lo habían explicado. Él, en ese silencio doloroso de pura fe, tuvo que cuidar los comienzos de nuestra redención. María, la joven virgen, y el niñito, fueron los comienzos de la redención y así era la Iglesia la que empezaba. Por eso, ayer, hoy y siempre, a dos mil años de distancia le confiamos a san José la Iglesia. En María, el Espíritu Santo formaba a Jesús. Hoy el mismo Espíritu sigue engendrando nuevos cristos en la Iglesia. De allí que san José sea el patrono universal de la Iglesia.
¡Cuántas cosas podríamos pensar y decir de san José! ¡Cuántas cosas puede obrar san José en nuestra vida, en la vida de la Iglesia! Les propongo sólo tres rasgos: su silencio, su fe y su obediencia.
Silencio: No hay una palabra de san José en el Evangelio. Su figura viene cubierta por un silencio sagrado, el mismo que cubrió a María, pero mucho más profundo todavía. Su presencia es sencillamente para respaldar legalmente la maternidad de María, porque es su verdadero esposo. Sin embargo, toda su vida es silencio. María es la que habla cuando el niño se pierde en el templo. Podemos imaginar que en el trabajo cotidiano hablaría, pero su palabra era sobre todo un profundo silencio, y en ese silencio fue creciendo Jesús. El mismo abrevaría del silencio contemplativo de María. ‘Maestro de la vida interior’, lo llamaba santa Teresa de Ávila.
Que él nos alcance de Dios ser almas de oración, de silencio, de interioridad. Personas que están atentas para escuchar a Dios, para descubrirlo y acogerlo.
Fe: Las lecturas de hoy nos hablan de esta fe de san José. Es la fe la que se alaba en la segunda lectura, carta a los Romanos, según la imagen de Abraham. Él tuvo fe y esperó contra toda esperanza por eso fue padre de muchos pueblos. También san José fue padre de Jesús y es padre de la Iglesia, padre del nuevo pueblo de Dios como imagen de la paternidad divina, porque creyó. Hay muchos episodios en el Evangelio que muestran oscura y silenciosamente la fe de san José. Tomaré sólo dos que son dolorosos y gozosos al mismo tiempo. Cuando presentan al niño en el templo, y escuchan del  anciano Simeón ciertas maravillas: ‘luz de los pueblos’, ‘gloria y consuelo de Israel’; pero que, al mismo tiempo,será ‘signo de contradicción’, y que una espada atravesará los corazones de María y José. Recibe todo eso con fe, se queda perplejo, no entiende.
Cuando el niño tiene doce años y se pierde en el templo y lo encuentran es María la que habla y rompe el silencio: ‘tu padre y yo te buscábamos doloridos’. Es el dolor de la fe que busca, así como antes está el dolor de la fe que ofrece. El dolor de la fe que busca y que no entiende la respuesta: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?
Obediencia: san José acepta con prontitud y sin cuestionamientos el plan de Dios. Toda su vida será así. Porque tiene que obedecer una ley, baja de Nazaret a Belén, y ahí  nacerá Jesús. Llegará una noche el ángel y le dirá: toma al niño y a su madre y huye a Egipto;y, sin esperar a que amanezca toma al niño y a su madre, y huye. Y luego hará lo mismo cuando se le ordena regresar. El misterio de nuestra vida también está hecho así, de mucho silencio contemplativo, de mucha fe generosa, luminosa, dolorosa, y de obediencia pronta y disponible. Así podremos participar, también nosotros, de la promesa, como participó san José.
Por tanto, pidamos a Dios, por intercesión de San José que nos dé mucho silencio interior y contemplativo, fe pronta y generosa, y alegre obediencia al plan redentor.
El otro motivo que nos reúne es la Dedicación de este templo, la Consagración de su altar y la Bendición del ambón. Ritos que darán particular colorido a la celebración de hoy, y que exaltará aún más la solemnidad de san José, nuestro patrono tutelar.
Con la Dedicación del Templo, que se concretará con la unción de las cruces previstas para ello y amuradas en sus muros, queremos significar que este edificio es, de ahora en más y para siempre, un ámbito sólo para el culto y la alabanza a Dios, Nuestro Señor. Aquí se administrarán los sacramentos, entre los cuales sobresale la Eucaristía, memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, nuestro Salvador. También nos congregaremos para rezar, personal o comunitariamente, para agradecer y alabar al Señor por su infinita bondad y misericordia, para cantar y salmodiar, para adorar, etc.
Con la Consagración del Altar, que representa a Cristo, piedra angular de la Iglesia, estaremos indicando que este lugar central del Templo será usado exclusivamente para la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, por ello lo ungiré con el Santo Crisma, al igual que las cruces, para indicar que sobre él reposará el Santísimo Cuerpo y la Preciosísima Sangre de nuestro Redentor. Y el modo como el sacerdote lo venera es besándolo antes y al finalizar la sinaxis eucarística. También todos ustedes, finalizada la celebración, tendrán el privilegio de besarlo. Tengan en cuenta que a quien besamos es al mismo Cristo, representado en este Altar.
Algunas aclaraciones: la palabra Cristo, proviene de Crisma, y significa Ungido.
Cuando hablamos de sacrificio eucarístico, o sinaxis eucarística, o Santa Misa, tengamos en cuenta que Jesucristo es, a la vez, Sacerdote, Altar y Víctima.
También he bendecido el Ambón, antes de la proclamación de la Palabra de Dios; ésta es la ‘Mesa de la Palabra’, desde la que se proclaman los textos bíblicos elegidos para cada celebración, y desde la que el sacerdote los explica para su comprensión, y con sus enseñanzas nos ayuda a aplicarlos a nuestra vida, ya que la Palabra de Dios nos interpela cada día de nuestra vida y debemos darle una respuesta leal y comprometida.
En fin, vamos a continuar con nuestra celebración. Les pido que estén muy atentos a las palabras y signos de este rito de consagración y dedicación para que aprecien la riqueza de los mismos y perciban su mensaje que les ayudarán a valorar este lugar sagrado, su ornamentación y los elementos destinados al culto y la devoción.
Que les quede claro que este edificio, por el rito de la consagración de su Altar y su Dedicación, será para siempre el más importante de todo el departamento, y por eso tendrán que cuidarlo con esmero y mantenerlo con el esplendor que se merece porque en él habita la Santísima Trinidad, y porque en él se congregarán ustedes para adorarla y acogerla en sus corazones, a fin de ser verdaderos hijos de Dios y sinceros hermanos entre ustedes y con todos los seres humanos, sin distinción de raza, cultura o nación.
Que San José, nuestro protector, la santísima Virgen del Valle, Reina y Madre de Catamarca, y el Venerable Fray Mamerto Esquiú, nos asistan con su intercesión para que seamos auténticos, generosos e incansables ‘Discípulos-Misioneros de Jesucristo’ en nuestros hogares, en nuestro departamento, en la Iglesia y en el mundo entero. Así sea.
¡¡¡Viva San José!!!
¡¡¡Viva la Virgen María!!!
¡¡¡Viva la Sagrada Familia!!!